15 de diciembre de 2015

DIARIO DE VIAJE DEL FESTIN DIY - Diario de viaje del Festín diy, y reseña de conciertos del festival en Revista 13th

Camina hacia la parte de atrás, abre el baúl y la emprende a martillazos contra el motor. Una catarata de agua hirviendo se abre paso por el paragolpes hasta dar con el pavimento. Un hilo delgado de aceite le sigue. Le vuelca un bidón de agua. Otros golpes más y cierra la tapa. Empieza en La Plata, pero ya venían saliendo hace algunas horas desde Avenida de Mayo. Los que pasaron a buscar cargan sus instrumentos y saludan al resto. Toman cervezas o agua. “Rulo, te veo a vos y sé que la voy a pasar a bien”. Ríen, alguno orina contra un árbol en la vereda. Fijan el rumbo definitivo. Arranca y el caño de escape despide una nube negra y densa con un delicado aroma a diesel. Autopista. Zapatilla. Setentaicinco kilómetros por hora. Super Festín DIY, Mar del Plata 27 y 28 de Noviembre. En viaje leer textos que hablen sobre viajes hace que por momentos los dos se confundan y la noción del tiempo se distorsione. Saliendo de La Plata se desata un diluvio. El micro escolar naranja navega sobre los charcos en las huellas de la autopista. Flota como una balsa, se mece hacia los lados cada vez que un buque carguero lo sobrepasa. Algunos rayos explotan sobre el fondo negro. La escena es dramática. Amanece en gris mientras el colectivo apunta al centro del sol. Parada táctica en Castelli. Primer contacto con la bestia que no debe ser nombrada. Nadie durmió demasiado. Desayunan parados. Llueve mientras entran a Mar del Plata. Es la ma- ñana de un feriado y casi no hay gente en la calle ni en las veredas. El 221 recorre de norte a sur el costado de la ciudad pegado al mar. Pasa junto al Museo de Arte Contemporáneo y un paredón naranja con ventanas y grafitis que dicen fascismo es libertad. Luego del Parque Camet hay una verdulería al costado de la ruta, frente a la caseta donde paran los colectivos. El corazón rojo de las sandías partidas en cuartos brilla con fuerza. El ingreso al predio es atravesando una calle interior cubierta de arboles. Algunas hojas secas cubren el suelo de tierra mojada. El escenario principal está montado en una sala con grandes ventanales que dan al patio y la calle de entrada. Los otros dos escenarios están montados frente a una chimenea. +Las bandas tocan una atrás de otra. Casi sin respiro. De un escenario al otro. Es maratónico, desmedido. En un remanso conversamos con Fernando. Está convencido y tiene razón. Escucha atento y habla con justeza. Gesticula poco, cordial. Consiguió de alguna manera un vaso de vidrio y toma fernet. El sol entre las nubes baña el césped del patio. Algunos gansos blancos algo asustados corretean erráticamente. Hay una oveja con evidentes signos de estrés. Distintos grupos de gente se sientan en el suelo y toman mate, cerveza o los dos. Quieren todo a la vez. Tomarlo todo. Es un campo. Se juegan cosas, se legitiman jugadores, hay algo en disputa. Se define qué vale lo que vale. Son también canales informales. Se cierran fechas y se arman movidas. La noche cae lenta como si fuera verano. Apareció de la nada, entre la maleza. Las pupilas reflejaron la luz, furiosas, como una liebre encandilada al costado de la ruta. Ya no había cervezas, y el cargaba tres tubos de vino tino de diversos pelajes mientras se desplazaba con la gracia de un coyote que cruza el desierto a medianoche. El Clan del Pez Negro se mueve mejor en las sombras. Son un grupo homogéneo y todas sus conductas se guían por un código ancestral e implacable. Sus miembros son reclutados con lo más selecto de cada distrito. Son convocados a iniciarse quienes logren conectar con los campos magnéticos que atraviesan las distintas regiones dominadas por el Clan. El edificio entero vibró durante 48 horas y sus paredes, aún nerviosas, temblaban con vigor. Pasará algún tiempo hasta que las maderas de la casa regresen a su estado de reposo. La liebre, los gansos y la oveja ya no serán los mismos. Luego de la tormenta la comitiva se reúne a celebrar el fin de la batalla. La guerra aún continuaba, aunque en ese momento hicieron de cuenta que lo olvidaban. Iniciaron un fuego y algunos animales muertos fueron su alimento. Los anfitriones lo dieron todo. Reposaron sobre el pasto al sol de la tarde más apacible del último decenio. El sonido de los ángeles copulando se parece bastante al que produce un cuchillo implacable serruchando el plástico más ordinario. Con un descuido casi calculado y una botella de 2,1/4lts fabricaron el contenedor más hermoso que se haya visto, la copa última de todas las victorias efímeras. La feria comenzó temprano, pero a esa hora de la tarde había entrado decididamente en su fase de eclosión. Delicados techitos azules ofrecían de reparo a los puestos. Algunos rayos de sol se filtraban entre las ramas de las acacias y los eucaliptos. Desde el colectivo se escuchan risas de niños corriendo atrás de una pelota. El césped de un verde perfecto. Corre una brisa fresca, salada, mansa. La escena era veraniega y un par de adolescentes buscaban reparo cómplice en el banco más recóndito de la plaza para jurarse amor eterno. Una lata gigante. Un contenedor naranja con cuarenta asientos decorado por una calavera en llamas surfea sobre una ola perfecta que abre hacia la derecha y rompe contra las piedras de la orilla. Las olas siguen estallando, el contenedor salta sobre ellas echando espuma negra por el escape. La nave aminora la marcha bastante antes de llegar a la plataforma, con una precaución llamativa. Una patrulla de androides vigilantes rodea el casco y apuntan a las compuertas mientras un silencio tirante se hace sobre la tripulación. El motor se detiene. Camino a la guarida de la bestia, mientras todos estaban distraídos, uno de ellos lo divisó. Ahí cerquita, esperándolos: una parrilla abierta con un quiosco con bebidas frescas en la parte del frente. Era la tentación. La última trampa perfecta que la bestia les tendía. Los estaba cazando. La maldición del Minotauro es, en realidad, una leyenda antigua. Habla de los tormentos que recaerán sobre todos aquellos que fallen en tributarlo de forma adecuada. Desde lo profundo de su guarida laberíntica y subterránea espía a sus visitantes mientras alimenta rencores prehistóricos. En su sed infinita, espera pacientemente que alguien caiga en alguno de sus engaños. Quienes se atrevieron a desairarlo sufrieron abominaciones de las más atroces; ellos no serían la excepción, mucho menos “en un año de eclipses con lunas rojas”. La noche es cada vez más fresca. Habían estado errando por el espacio exterior algunos meses o varias horas. El tiempo, todo el mundo lo sabe, es relativo cuando uno está perdido. “Va a pasar el 161, el 78. Va a pasar un barco…” Bondi 2 tiene aspecto de haber sufrido vejámenes varios. En una plaza de La Plata se paró por primera vez. En el peaje fue la definitiva. Sobrevino un nuevo transbordo. Constitución 9am. La compañía se disuelve en el caos. 

LAS BANDAS 

Fueron dos días intensos cargados de música en vivo. Tocaron más de 30 bandas en 3 escenarios distintos. La autogestión como forma de entender el mundo aunó los esfuerzos de los organizadores y de las bandas que participaron. La alineación inicial funcionaba como bosquejo del orden en que podrían suceder las cosas, pero sobre la marcha se fueron acomodando las bandas y los escenarios. Las dos jornadas cerraron y abrieron con shows increí- bles. Los anfitriones acondicionaron de manera encantadora un hermoso predio cercano al mar y lindero con el Parque Camet. Los sellos discográficos independientes participan con sus ferias, aunque la labor que realizan tiene menos que ver con vender discos que con la tarea permanente de engrasar los engranajes de los vínculos. La Suma de Todos los Tiempos abrió el festival con un show preciso y enérgico. La formación con Diaz en teclados agrega matices y texturas al sonido de la banda. Los locales de El Picnic de Un Millón de Años siguieron con su set noise pop. Luego Palmer, cantautor de estilo personal que interpretó algunas canciones de su nuevo disco Posguerra y otras del grupo Principiantes en el escenario designado para solistas. Los platenses de Los Subterráneos realizaron una increíble versión del tema La Playa de Los Japón, banda con la que comparten algunos integrantes. Amor Elefante estrenó tema nuevo al final de su show. Luego de algunos cambios de alineación, tocaron sus canciones en medio de otros actos más ruidosos. Diego Paietta y un trio compuesto por guitarra, clarinete y un sintetizador con algunos efectos se presentaron en el escenario experimental frente a la chimenea del primer piso. Canciones nostálgicas y psicodélicas de ritmo libre. La primera jornada la cerró La Gran Pérdida de Energía con uno de los mejores shows del festival. Limbo Junior inició el segundo día en una especie de continuidad con el cierre de la noche anterior. Fue un show vigoroso e intenso cargado de melodías urgentes y que incluyo una nueva canción. El weird folk de Explorador Azul ocupó el escenario del bar. Siguieron Los Días con una genial interpretación de los temas incluidos en Energeia más un estreno. En los ventanales de atrás del escenario se veía al viento agitando con fuerza las ramas de los arboles. En el escenario del primer piso toca Buscapolos con su lo-fi instrumental y viajador. Isaac invoca al sol como en un mantra inducido por sonidos reverberantes. Por la tarde sale el sol y en el patio aparece una intervención acústica de Mínima discos con Tranier, Palmer, Canel y Valenti haciendo canciones en clave folk. Cerraron con una hermosa versión de ‘Trabajando en el ferrocarril’. Julen y La Gente Sola con su show emocional continuaron la alineación. Félix, guitarrista de 107 faunos, cantó algo de su repertorio como solista. Gastón Massenzio interpretó canciones de La Presencia y algo de su disco Lapsus en formato eléctrico. En el primer piso la furia adolescente de los tandilenses Indigencia Vip aporto frescura y encantadores momentos de energía desbordada. La formación de trio con guitarra, teclados y laptop abrieron el show con un tema potente y de pulso bailable seguido por algunas canciones en tono post-punk. Verde y Los Caballos a Marte dieron un recital breve e intenso de viaje psicodélico. Hicieron una excelente versión de ‘Mañana en el abasto’ y canciones de su primer EP ‘Gracias por el viaje’. Valle de Muñecas presentó ‘El final de las primaveras’ con un show prolijo y sólido. Manuel Embalse a su vez tocó algunas canciones de su nuevo disco Ilusión y de espíritu insaciable continuó adelantando material de un próximo disco. Bosques cerró el festival sonando ajustados y con momentos muy elevados. El festival fue por momentos abrumador, algo caó- tico. Pero el espíritu de los organizadores y los que participaron de disfrutar de lo que sucedía a cada hora en alguno de los escenarios hacía que se pudiera seguir adelante. Había un puñado de gente que coincidía en la mayoría de las bandas, el resto veía un rato alguna y luego descansaban. Fueron más de 12 horas continuas por día de bandas tocando en vivo. Fue una celebración dionisíaca de un año expansivo para la música independiente en Argentina. Un evento que demandó un trabajo arduo y probablemente no se repita en el corto plazo, pero que de tan necesario seguirá siendo fecundo para la escena.

Publicacion original: http://issuu.com/revistathe13th/docs/th13th-n23/c/scu76hz