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versiones no oficiales de la realidad. 

 

AUMNG

 

Como el cuerpo resbaladizo y cerrado, sin aberturas, completo e inaccesible, materia orgánica, es todo lo se dispone a ser creado. Se opone, negativiza como condición excluyente a su existencia, y solo puede intentarse efímeramente si es sincero, justo antes de ser tragado (subjetivado, presa de la axiología anímica de la MAQUINA); y se habla de sinceridad = coherencia antológica, cuerpo odiado de mecánicas cartesianas, condenado y marginal.

   Sobre este cuerpo, el placer deja su huella, una huella transformadora que atraviesa el lenguaje y sus formas, necesariamente revulsivo, otro, ajeno a la sintaxis determinista, profundamente ligado a la existencia oceánico-intrauterina e indiferenciado, y es esta huella la marca de superficie que impulsa a lo creado a salir de sí, a exponerse a una muerte pronta y necesaria, posición paradójica que ofrece su valor intrínseco.

   Y es claro que si se habla de materia orgánica es para denunciar algo representable, porque es necesario oponer un cuerpo al pacto binario,  y no oponerlo simplemente dentro de su campo sino desde un lugar propio y oblicuamente, finalmente la ideología no basta y es propio de la creación confrontar mas cabalmente desde lo formal, intentando las formas mas elusivas o nebulosas de la estética y tratando de abandonar el confortable refugio burgués de la estructura popular (en cuanto a sus alcances), la demagogia disfrazada de honestidad y la definición mercantilista y lineal de realidad. Es este planteamiento ultimo la garantía o contrato que tiene la creación mas mediana, o sea, la barrera que opone el canon para contener lo incontenible, para normalizar y absorber, para “entender” algo que no puede gozar en estado puro porque en definitiva es un disparo en y hacia la oscuridad.

   Es lastimoso y humillante ver lo que reclama la medianía como arte, pues lo que exige en ultima instancia es artesanía, un objeto de fácil deglución o algo que penetrar o completar subjetivamente, un consenso idiota y antiexploratorio de estrategias con un fin clarísimo: participar de la fiesta del consumo, vendiendo/comprando, esperando la satisfacción o ser penetrados y completados, definidos. Lo que moviliza la creación de estas estrategias no es el placer, sino el malestar paranoico que, además, se establece en una posición policial y represiva con respecto a cualquier manifestación excéntrica y anormal, y es que su lugar es el centro y no va a tolerar algo que eluda su dialéctica y lo exponga al ridículo, que no participe de la dinámica de la exclusión y que, además, la denuncie y ponga en tela de juicio sus postulados.

   Para finalizar, sería de vital importancia tratar de reconocer donde opera la maquina puntualmente; desde el lugar propio, disolver el consenso sobre la producción estética o cuestionarlo desde la propia creación sin concesiones ni expectativas, gozando el flujo y reflujo de lo que ES sin el permiso del discurso oficial.

 

Juan Ignacio Gabotto, noviembre / diciembre de 2004.  

 

 

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