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            2.
            NIÑO$ E$PECIALE$ 
              
            
            Mucho antes de haber dejado atrás nuestros orígenes biológicos, el 
            ser humano consideraba que la 
            
            deficiencia mental 
            estaba subscripta a una capacidad intelectual inferior a la media y 
            que se manifestaba generalmente durante la infancia a través de la 
            alteración del desarrollo, los problemas de aprendizaje y la 
            dificultad en la adaptación social. Para aquel entonces se estimaba 
            que el 3% de la población tenía una deficiencia mental (subnormalidad) 
            con un cociente intelectual (CI) menor de 69; sin embargo, sólo el 
            1,5% de la población eran considerados como “deficientes mentales”. 
            Resulta sumamente risueño ver las cifras de la “normalidad” e 
            identificar en aquel CI de 69 el límite entre un individuo 
            “socialmente funcional” y otro que no, teniendo en cuenta que en la 
            actualidad el más insignificante de nuestros cobayos posee un CI de 
            109. Veamos las cifras: 
            
              
            
            Deficiencia mental leve..........CI de 52 a 68 
            
            Deficiencia mental  moderada.....CI de 36 a 51 
            Deficiencia 
            mental grave.........CI de 20 a 35 
            Deficiencia 
            metal profunda.......CI menor de 20 
            
              
            
            Los pacientes con afectación leve constituían en 
            aquel entonces el 75% de los pacientes con deficiencia mental y a 
            menudo no se distinguían de los niños con plenas facultades mentales 
            hasta que empezaban a ir a la escuela (las escuelas 
            eran edificios blancos donde los niños eran distribuidos de acuerdo 
            al nivel socio-económico de sus padres, factor altamente decisivo a 
            la hora de los contenidos a adquirir: en una escuela de clase 
            baja 2 + 2 era igual a un cuartero de cumbia;  en una escuela 
            clase media era cuatro boletas de impuestos atrasadas y en una 
            escuela de clase alta era una cena de dos matrimonios amigos). En 
            general estos niños podían seguir parte del programa educativo, 
            aunque a un ritmo más lento que el resto de los niños, y en la edad 
            adulta solían conseguir mantenerse por sí mismos si recibían ayuda 
            en momentos puntuales. Los individuos con deficiencia mental 
            moderada podían llegar, en la edad adulta, a trabajar como personal 
            no cualificado o semicualificado y los pacientes con afectación 
            severa sólo conseguían desarrollar un lenguaje primitivo y tenían 
            grandes dificultades de comunicación. En general, estas personas 
            podían llevar una vida “normal” aunque, en muchas ocasiones, 
            precisaban de una supervisión de sus actividades y por tal razón 
            cada cuatro años eran invitados eufemísticamente a  participar del 
            ya  obsoleto sistema “democrático”. En un texto de la época hallado 
            en el bosque digital petrificado podemos verificar el alto grado de 
            afectación mental de la sociedad de principios de siglo XXI: guerras 
            económicas disfrazadas de religión; agotamiento de recursos 
            naturales en beneficio de bolsillos monopólicos, in$atisfuckción 
            standarizada de los “consumidores” (curiosamente las personas de la 
            época detestaban autodefinirse con ese término y preferían el rótulo 
            de “ciudadanos”), confortmi$mo de caracol, marginación violenta y 
            embrutecida por droga$ de tercera calidad, racismo vendido como  
            “amor a la patria”, avestrucismo emocional promotor de suicidios o 
            conductas amorales, enfermedades de laboratorio “plantadas” en zonas 
            de extrema pobreza, líderes mundiales que decían hablar con Dio$ y 
            que él los guiaba... en fin, una época que podríamos calificar con 
            un CI de 69. He aquí el texto:      
            
              
            
            los  niños con retraso mental aprenden 
             
            
            “jugando  a jugar” que son adultos 
            
            bush juega a rambo 
            
            bin laden juega al yenga  
            
            mi vecina juega a la mamá moderna 
            
            los políticos juegan a la clásica 
            
            bill gates juega demasiado 
            
            nuestros cerebros juegan poco 
            
            los marplatenses juegan a ser capitalinos(o 
            platenses) 
            
            los porteños juegan a no ser sudakas 
             
            
            los europeos juegan a no ser norteamericanos 
            
            los norteamericanos juegan compulsivamente 
            
            los noticieros juegan a decir la verdad 
             
            
            los futbolistas juegan en las publicidades 
            
            los ecologistas 
            juegan con los pingüinos  
            
            mi tío Chundo se juega la cabeza por 
            jehová 
            
            los judíos se juegan la cabeza sin el kipá 
            
            los musulmanes se juegan la cabeza y un brazo 
            
            los católicos romanos juegan a la canasta 
            
            las pobres ballenas juegan en la orilla 
            
            buda juega a reírse 
            
            dios juega a las culpas 
            
            yo juego a escribir 
            vos jugas a 
            vos. 
              
            
              
            
              
            
            Ciertamente  aquella fue una época extremadamente 
            conflictiva para vivir. Todo el mundo gastaba mucha energía en 
            argumentar su entrópica existencia; lo diferente lo atemorizaba, 
            amaba y era feliz con miedo, sufría por tener, sufría por no tener, 
            vivía rodeado de fantasmas heredados por siglos y siglos de ideas 
            misantrópicas llamadas “religión” o “sentido común de la realidad”, 
            que colocaban al ser humano en un lugar de padecimiento más que de 
            hacedor de la realidad. Aún sostenía el imaginario medieval del 
            “cielo” “purgatorio” e “infierno”, pero lo llamaba “clase baja”, 
            “clase media” y “clase alta” y así oscilaba entre la culpa y el 
            placer, entre lo que “debía” y lo que “quería” hacer. Pero ese fue 
            el principio del HOMBRE actual, del HOMBRE sin ombligo, del HOMBRE 
            que al fin cortó con sus orígenes biológicos y con esa kilométrica 
            cadena de genes que lo enredaban y no lo dejaban dormir en la larga 
            noche de la humanidad. Esa fue la generación que empezó a dejar de 
            repetir el mundo y su vida en él como una simple y borrosa fotocopia 
            de 10 ctvs. Cerebro a aquellos pioneros (fueron apenas un 
            puñado) que no cortaron el vuelo de la vida y vieron el maravilloso 
            sol del amanecer de la eternidad anunciado alguna vez por un tal 
            William Blake quien en sus textos nos anticipó: "Debo crear un 
            sistema o permanecer esclavizado por los de otros". Por cierto, 
            el tal William Blake 
            
            terminó más chiflado que  una cabra famélica con diez cuernos y tres 
            ojos. Pero eran otros tiempos.  
              
                
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