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CURITA 36 / JUL 17. 05

UNA DUCHA DE HIELO 

EN CIMA DEL MUNDO.

 

 

En el círculo polar ártico -así dicen los libros que he leído- la luz del día no te abandona durante las 24 hs de un día eterno que dura aproximadamente seis meses. El sol desaparece solamente por un breve instante alrededor de la medianoche, pero deja tras de sí un maravilloso crepúsculo que marca el fin y el inicio de una nueva jornada. Este proceso es apenas un cambio en la luminosidad de las cosas, un “opacamiento” brillante, por así decirlo. Durante este corto período es frecuente observar uno de los fenómenos naturales más hermosos que existen en el planeta tierra: la ducha de hielo. La “ducha de hielo” es producida por la humedad de la atmósfera, que se congela y cae mansamente al suelo polar dando al escenario un aspecto de país encantado. Imagínense... millones y millones de delicadísimos cristales en forma de agujas cayendo sobre la blanca cima del mundo, anunciando que el día polar ha llegado a su fin y que sin embargo, continúa. Apenas un cambio en la luminosidad, un “opacamiento” brillante que se desliza a través de los oscuros bosques que nadie visita y que se propaga por las grandes extensiones de agua que nadie navega, donde la soledad más honda es la belleza más pura.  Me gustaría estar allí y sentir que todo quedó atrás, que mi vida sólo fue una mediocre serie de TV cancelada que nadie extrañará y que poco poco será olvidada. Así debería ser la muerte. Así debería ser la vida. En el aire claro de un hermoso día polar: libre, fuerte, inédito y avanzando hacia lugares donde nunca nadie fue y donde nunca nadie irá.

 

 

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