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CURITA 24 / ABRIL 24. 05

EL PROBLEMA.

 

 

Remington Kid: Últimamente me estoy aburriendo mucho, doc.

Dr. Ácula: ¿Cuánto es mucho, Remington?

Remington Kid:  mmmm ... está bien. Podría ser peor. Siempre podría ser peor...

Dr. Ácula: Eso es lo que yo llamo “optimismo”.

Remington Kid: ja.

Dr. Ácula: Yo no me preocuparía tanto, amiguito.

Remington Kid: Ese justamente es el problema: no lo hago.

Dr. Ácula: Entonces no veo cuál sea el problema.

Remington Kid: El problema es... ehh...

Dr. Ácula: El problema. Ese es tu problema: hablar del “problema” sin saber qué demonios es el “problema”. Pero tranquilo. A todo el mundo le pasa lo mismo. En los consultorios, en los salones de baile, en las colas de los bancos, entre las góndolas del supermercado, en los privados  , en las sesiones de gobierno, entre los alpinistas, en los tendederos, frente a los espejos, a 300 k/h dentro una Ferrari Testarosa, en los asilos de ancianos, en las guarderías, en las cabinas telefónicas y en las de tele-transportación, en los episodios de Los Simpsons, en las edulcoradas canciones de amor, en las propagandas para adelgazar, en tus “curitas”... en todos lados y todo el tiempo se habla del “problema” sin comprender que somos parte de él y por tal razón estamos inhabilitados para entenderlo en su totalidad.

Remington Kid: ¿Y eso debería alegrarme?

Dr. Ácula: No

Remington Kid: ¿Debería entristecerme?

Dr. Ácula: No.

Remington Kid: ¿Qué tendría que pasarme entonces?

Dr. Ácula: Nada.

Remington Kid: Ahh... entiendo. El viejo zen adoctrina a su “cachorrito” no adoctrinándolo?

Dr. Ácula: No soy ni una cosa ni la otra, Remington.   

Remington Kid: Bueno basta de jueguitos dialécticos. Últimamente me siento como un pez hermoso olvidado en una pecera gigante. Vaya donde vaya, me mueva por donde me mueva (en el plano imaginario y en el real) el agua está “irrespirable”... y me enferma. Imperceptiblemente, segundo a segundo,  me enferma.

Dr. Ácula: Pues entonces tal vez sea hora de que dejes de ser un pez. Mira, Remington, es un mundo en extremo apasionante, sabiamente “condimentado”. No culpemos la pobreza de la comida si nuestro paladar sólo sabe discernir entre “dulce” y “salado”.  ¿Alguna vez te conté la historia del Cocinero enamorado?

Remington Kid: No.

Dr. Ácula: ahh! es en verdad apasionante.

Remington Kid: apasionante...

Dr. Ácula: Pues si lo es... ocurrió hace veinte años. En aquel entonces tenía un paciente que presentaba un cuadro sumamente vulgar: depresión. Lo interesante, lo que me decidió a tomar el caso, fue  que él estaba muy lejos de ser una persona vulgar. Su nombre era Jaenzo Grimmaldi y era el chef maestro del famoso Ritzoo, en pleno corazón d’lla Roma. Jaenzo llegó a mi consultorio arrastrando una vida que cualquier mortal envidiaría: tenía prestigio y tenía dinero. Mucho: (el 99% de las personas nacidas a este lado del mundo cree fervientemente que obteniendo esas dos cosas las puertas del paraíso se le abrirán de par en par. Por supuesto, no se equivocan, salvo en un pequeñísimo detalle: la proporcionalidad. Una persona vulgar sólo puede aspirar a paraísos vulgares). Y repito, Jaenzo Grimmaldi no era uno más de esa caterva de fulanos y fulanas que día a día se autocompadecen en el metro.

Remington Kid: ¿Y cuál era “su” problema?

Dr. Ácula: Muy simple: había perdido el “apetito” por la vida. Dos matrimonios idealizados, siete hijos maravillosos, cuatro restaurantes en las principales capitales del mundo, una cátedra en la Universidad de Oxford de Literatura y Gastronomía (Grimmaldi aseguraba que las grandes obras de la humanidad le debían más al estómago de sus creadores que a sus cerebros y brindaba un apartado especial desmenuzando la Divina Comedia , su estructura, según la dieta de Dante Alighieri quien, a su entender, había practicado la antropofagia durante la guerra contra los Güelfos y por tal razón habría emprendido la construcción de su monumental poema. Según Grimnaldi, el tardío encuentro con Beatrice no es más que la prolongación del deseo: el infierno y el purgatorio representan los estadíos espirituales en los que se pierde para develarse aún más voraz ante el plato principal del selecto restaurante que es el Paraíso, del cual, por cierto, no se vuelve), además de tener acciones en la British Airways y en Dynacom y más de trescientas propiedades a lo largo y a lo ancho del mundo. Ciertamente su vida no era lo que podríamos calificar de “aburrida”; sin embargo, ahí estaba Jaenzo Grimmaldi, frente a mí, diciéndome que nada lo satisfacía.

Remington Kid: Rosebud.

Dr. Ácula: Ja,ja!...si, Rosebud. Pero con una diferencia. El sufrimiento del ciudadano Kane está fundado en la culpa cristiana del poder. Y en Grimmaldi ese sentimiento nunca existió. Él, simplemente, se aburría. Nuestra sociedad está basada en la santísima trinidad de la adulación, el dinero y el sexo. La trilogía del poder. Cualquier Fulano de Tal se siente en las nubes si un fin de semana es elogiado por sus amigos, tiene unos cuantos billetes para gastar y consigue que una señorita mínimamente aceptable le realice una fallatio. Esto era entonces lo emocionante de tratar la depresión de Jaenzo Grimmaldi: él lo tenía todo y todo en cantidad. Pero nada parecía alejar su abulia existencial. Fueron dos años de sesión extrema donde ambos llegamos a la conclusión de que lo único que le quedaba por experimentar era la Muerte. Fue entonces cuando se convirtió en asesino. Durante el primer año se dedicó a la caza de personas en su Mansión de Loire, Francia. Sus empleados rastreaban a homeless y yonkies perdidos y los llevaban a la Mansión donde luego de un mes de atiborrarlos de comida y confort se los largaba a campo abierto y Grimmaldi los perseguía a caballo junto con una decena de perros  lebreros. Fue sumamente positivo: su ánimo mejoró durante algunos meses, pero luego el desgano y la falta de interés volvió a apoderarse de su persona. El placer experimentado en las primeras matanzas fue mermando y al fin desapareció convirtiéndose en una actividad tan falta de encanto como cortar el césped por vigésima vez o limarse las uñas de los pies. Una pena.

Remington Kid: ¿Por qué no se mataba?

Dr. Ácula: Aquí vamos. Luego de casi cien cacerías humanas exitosas, Grimmaldi llegó a la sabia conclusión de eliminarse como última salida que lo condujera a un mínimo estadío de placer. Pero había un pequeño problema: la consciencia del acto. Grimmaldi sostenía, con criterio, que sería angustioso tomar consciencia de que su propia muerte lo satisfacía y que no quería llevarse esa impresión como último recuerdo de este mundo.

Remington Kid: ¿Entonces?

Dr. Ácula: La depresión aumentó. Durante su tratamiento cumplió cincuenta años y fue tres veces abuelo y sólo se mantuvo a flote por las pastillas. Pero fue entonces cuando ocurrió el “accidente”.

Remington Kid: ¿Qué accidente?

Dr. Ácula: El accidente que le salvó la vida o, mejor dicho, el accidente que le devolvió la sal a la vida. Fue en Bélgica, en la región de Charleroi, a la salida del punte que cruza el río Samblè. Su automóvil, un Bugatti excelsor negro embistió a 300 km/h a un pequeño Saab blanco donde viajaba Veronika Dropkkoba, su futura esposa. O, como el prefería llamarla, su silenciosa “Muñeca Rusa”...

Remington Kid: ahh! El amor todo lo puede ¿no? ¿Qué es esto? ¿Final feliz con moraleja aleccionadora?

Dr. Ácula: Más o menos. Es cierto que es una historia por demás común. Pero repito, Jaenzo Grimmaldi no lo era. Y no lo era Veronika Dropkkoba. Es de suma relevancia la fotografía policial del accidente. Por lo menos para Grimmaldi, quien luego de recuperarse reinició sus sesiones y me la mostró lleno de entusiasmo. Es la “señal”, decía una y otra vez. En la fotografía se veían los dos autos, el Bugatti y el Saab, incluidos el uno en el otro de un modo casi sexual. Las partes traseras de los automóviles estaban intactas, pero las trompas blanca y negra se confundían atravesadas por hierros retorcidos y vidrios rotos. “Ying & Yang, doc” “Ying & Yang”. Grimmaldi veía en aquella fotografía la solución a su “problema”. En la fotografía y en la oreja derecha de Veronika, puesto que durante la colisión (se presume que fue el filo del capot del Bugatti) la “muñeca rusa” perdió su oreja y Grimmaldi la encontró. Y nunca se la devolvió.

Remington Kid: ¿Y para qué la querría Veronika? ¿Para ponerla en la mesita de luz?

Dr. Ácula: La ambulancia tardó cinco minutos en llegar al lugar y cinco minutos después ambos estaban en el hospital. Grimmaldi podría haberles dado a los médicos la oreja de Veronika y estos cocérsela en otros cinco minutos.

Remington Kid: ¿Y por qué no lo hizo?

Dr. Ácula: Porque quería comérsela.

Remington Kid: ahh! Un caballero.

Dr. Ácula: Ciertamente. Luego del alta médica de Veronika, Jaenzo Grimmaldi la invitó a cenar a la Mansión de Loire y le preparó langostinos escalpados en Chablis con salsa de vermut seco con pequeños trozos de oreja frinè.

Remington Kid: ¿Y cómo le cayó a la rusita... su oreja frinè?

Dr. Ácula: Le encantó. Veronika Dropkkoba había intentado suicidarse en aquel “accidente”. Fue ella quien embistió al Bugatti. Grimmaldi no pensaba decirle nada acerca del bonus que poseía la comida. Es más, tenía pensado hacer un postre de ella. Pero se enamoró de su confesión suicida y del desencanto que Dropkkoba profesaba por la vida...

Remington Kid: Almas gemelas...

Dr. Ácula: Almas gemelas. Se casaron y lejos de consolidar su matrimonio en las bondades del sexo, lo hicieron en el placer de la comida “casera”...

Remington Kid: Entiendo.

Dr. Ácula: Las sesiones continuaron una temporada más, pero era evidente que Jaenzo Grimmaldi estaba curado y gran parte de esa mejoría se la debía simplemente a su alimentación. La última vez que lo vi, fue en el Aeropuerto de Río de Janeiro, Brasil. Él empujaba con mucha dificultad (le faltaba el brazo izquierdo y la pierna derecha) la silla de ruedas donde iba Veronika Dopkkoba o lo que quedaba de ella: era apenas un torso con cabeza. Se íban rumbo a Australia. A un rancho que tenía Grimmaldi en las afueras de Adelaida. Recuerdo que me hizo un comentario del tipo “la carne de Canguro es deliciosa en esta época del año... Ud. me entiende, doc. Sólo entonces reparé en el pequeño “detalle” que sobresalía del vientre de Veronika...

Remington Kid: ¿Estaba ...

Dr. Ácula: Lo estaba. Tres meses.

Remington Kid: Qué linda historia, doc. Es una pena que sea un invento suyo.

Dr. Ácula: Vos sos un invento mío y... ¿Acaso te sentís “irreal”? La historia de Grimmaldi es tan real como vos o como la persona que en este preciso instante está leyendo que en este preciso está leyendo...Ese es el verdadero “problema”, amiguito. Repito: el mundo está sabiamente condimentado. No le eches la culpa a la comida, más bien échale la culpa a tu apetito rutinario. Hasta la próxima semana .

 

 

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