CURITA 02 / NOV 21. 04

MORIR COMO LOCA.

 

Era de noche, pero aún era temprano. Era sábado. Íbamos con Uno y Demoledor en el auto de Uno. Las cosas no estaban bien :Uno tenía a su madre enferma, los padres de Demoledor acababan de divorciarse y yo seguía “pensando” (la palabra ahora me suena excesiva) en mi relación amorosa, en por qué me sentía tan mal si estaba todo bien. Habíamos estados reunidos en la casa de Uno y luego de hablar de futuros proyectos en común, decidimos irnos a fumar un porro. Uno condujo el auto por Belgrano hasta la costa. Recuerdo haber hecho una broma tal como: “... Se imaginan si estuviéramos  en MDP , así, un sábado por la noche...” Ellos se rieron. Yo me reí. Fue justo frente al Casino. A un costado de esa fuente de mierda que chilla esa música de mierda para esa gente de mierda. En fin, prendimos el porro y  nos fuimos hacia el norte. En un momento dado Uno dijo: “vamos a jugar a que estamos dentro de una película de Ezequiel Acuña”. La idea me gustó.  Jugamos. Yo iba en el asiento trasero. En el medio. A mi derecha las playas vacías se sucedían una tras otra y yo no dejaba de imaginar que esos lugares tan desolados e inhóspitos, en verano estarían poblados por la “gran familia argentina tomadora de mate y comedora de bizcochitos de grasa”. Los veía. Sí. Pero en esa noche. Igual que  en un truco de edición, veía al  “jefe” de la familia metiéndose la mano en el bolsillo derecho de sus bermudas cada vez que una pendeja tetona se metía al agua. Veía a su mujer-ballena leyendo PRONTO y pensando que, si bien no llevaba una vida de Jet-set vernáculo, por lo menos no tenía que preocuparse por ir a trabajar y que después de todo a su “gordo” le gustaba así: Moby Dick. Y veía también a la hija de ambos hablando con sus “amigas de playa” acerca del bulto del bañero y de lo feos que eran los chicos ese año. Y veía perros. Y bebés. Y mucho, mucho tupper-ware. Pero todo lo veía en esa noche desolada de invierno. Me gustaría filmar cosas así: gente creyendo estar bajo el sol del verano y haciendo cosas de verano pero de noche y en pleno invierno. No sé. Me gustaría ver ese tipo de cosas: personas en una biblioteca buscando, apartando, subrayando y llevándose libros en blanco. O Familias viviendo en una casa en llamas, comiendo, mirando la tv, riéndose y lléndose a acostar en camas incendiadas. Me gustaría ver eso... como sea, aquella tarde no estaba muy bien, pero el paseo me había cambiado el ánimo. Además, íbamos rumbo hacía uno de mis lugares favoritos en la ciudad: Mehrlichplatz. Mehrlichtplatz es una no-plaza que debe su nombre goetheriano a la combinación de dos elementos: mi estado mental (oscuro) cada vez que voy allí y el pasaje urbano-primermundista que me provoca ver un edificio de ladrillos con escalera de incendios. Cada vez que voy allí siento que estoy en un pequeño suburbio de Stuttgart o algo por estilo. No hay árboles. No hay niños. No hay basura y en el centro hay una gran fuente con plantas, piedras y peces de colores. Incluso mi banco favorito (los bancos parecen grandes pedazos de piedra marrón pero son artificiales) esta dispuesto de modo tal que el cuerpo se relaje mirando la parte trasera del edificio. Es perfecta. A Uno y a Demoledor., sin embargo, mi plaza les pareció ,francacamente ,horrible. Gustos. Pero lo más importante fue la charla que tuvimos: Uno tiene un pez que se llama “Loca” y que, según el veterinario que se la vendió, ya debería haberse muerto hace tres o cuatro años atrás. Para Uno el tema es muy serio y la idea de levantarse a la mañana y encontrar a su pez flotando en la pecera, pues... no le divierte mucho. El tema surgió por los peces de colores que había allí. “Loca” es un pez que vivió toda su vida entre cuatro paredes de vidrio. Siempre bien alimentada, sí, pero sola. Y por esa razón Uno barajaba la posibilidad de traerla y soltarla en la fuente para que pasara sus últimos días en compañía de los suyos. Lo que se dice una muerte digna. Yo lo alenté y luego le conté la historia de mi perro rocky. Rocky fue un perro que tuve hace muchos años atrás. Lo amaba. Era realmente mi mejor amigo. No era para nada ladrador y eso me gustaba. Él sólo se acercaba hasta donde yo estaba y se quedaba allí. Se sentaba sobre sus patas traseras y su miraba alternaba entre lo que sucedía a nuestro alrededor y mi cara. Supongo que era su forma de decirme “tranquilo, amigo, yo te cuido”. Me sentía tranquilo junto a él. Pero una noche (una de las más tormentosas que recuerdo) los perros de toda la cuadra comenzaron a ladrar y a juntarse en la calle alrededor una perra en celo (no comments). Iban de una lado para el otro, golpeándose y dándose pequeños mordiscos. Todos querían ponerla y entre ellos estaba rocky. Recuerdo haberle chiflado para que entrara pero ante semejante cuadro pensé: “ok, que se haga hombre”(?). Y me fui a cenar. A la medianoche el cielo estalló y el agua comenzó a caer y a caer y ya no se detuvo hasta el otro día. Cuando desperté el cielo era azul y totalmente despejado. No había una sola nube. Pero Rocky no había vuelto. Lo esperé todo ese día y el que siguió y el otro y el otro... aún lo sigo esperando. Según mis cálculos, si Rocky sobrevivió a aquella noche y luego alguien lo adoptó, de todos modos ya debe haberse muerto hace tres años o algo así. Sin embargo, en mi corazón o donde sea que se almacenan los sentimientos, no siento que el se haya ido de este mundo. Y es por una razón muy simple: no lo vi morir. Mi cerebro no registró su muerte y para él, el can conocido como Rocky aún está vivo. Por eso alenté aquel día a Uno para que trajera a “Loca” y la soltara en la fuente. Nunca la vería morir y siempre que fuera a ese lugar sentiría que ella está allí, nadando bellamente en compañía de los suyos. No se si lo hará. En lo personal, la idea me fascina. Me gustaría que hicieran eso conmigo. Me gustaría morir como “Loca” tal vez lo haga. Así, bella y simplemente. La idea de un ataúd y una lápida con mi foto carnet me resulta patética. No. Me niego rotundamente. No, no y no.

 

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