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CURITA 16 / FEB 27. 05

CARTA DE UN CABALLO

 

 

A quien lea: 

 

No se quién sos. Pero espero que estés bien. Sinceramente, espero que estés bien. Son tiempos tan putos, tan inconsistentes; hay tanta incomunicación y soledad maquillada de mueca “cool” posmoderna que dan ganas de vomitar, de salir a la calle a gritar en cada semáforo que ya no les creés, que no finjan más, que toda esa “civilizada” tranquilidad  de está todo bien es tan sólo miedo... No sé quién sos y no sé cuando ni dónde estás leyendo esto. No sé si sos hombre o mujer o yaguareté ni cuáles son tus preferencias sexuales ni cuantos años tenés. No sé qué hacés de tu vida (si es que hacés algo) no sé lo que te emociona, lo que te hace sentir vivo o lo que te da ganas de tirarte debajo de un tren. No sé nada de vos,  pero de todos modos te escribo esta carta. Necesito escribirle una “carta” a alguien. Poco a poco me he ido acercando al lugar en el que siempre ambicioné estar y necesito aplacar el dolor que tal transición me produce. El “lugar”, es un lugar mental, claro. Un lugar hecho a fuerza de subjetividad y obstinación que día a día crece dentro de mi cabeza como un hermoso “cachorrito” lleno de gracia y ternura. Pero ese “cachorrito” crecerá (lo sé) y tomará proporciones mitológicas y será una maldita “perra” hambrienta ávida por devorar  todo aquello que la impuso en la vida. Pero ese tiempo aún no ha llegado. Y cuando llegue, yo ya me habré ido. Ahora es tiempo de construir. Hay personas para las cuales el mundo siempre estará vedado. Personas que siempre saldrán mal en las fotografías. Yo soy una de ellas. Y no me quejo. Siempre fue así. Tal vez vos también seas una de esas personas que fotografían pésimo y entonces sabes de lo que estoy hablando. Cuando era adolescente, cuando era un “gatito” mojado y neurótico que saltaba de rincón en rincón persiguiendo ratones invisibles, escribí en uno de mis cuadernos: “... Métanse el mundo en el culo. Yo me voy a hacer el mío y ninguno de uds. va a poder entrar...” Hoy ya no soy un gatito mojado, pero en cierto sentido sigo pensando igual. Y si bien ese mundo aún no está construido, estoy lleno de bocetos y de mapas garabateados que un día acabarán imponiéndose en la realidad. Lo sé. Sé que nací con “buena estrella” y que al final todo saldrá bien. Ahora tengo el agua hasta el cuello, pero eso no importa. Incluso eso está bien. Mis ojos son los ojos de alguien que no piensa vivir mucho y si eso no te aclara el panorama, pues nada lo hará. La muerte es algo que siempre ha estado acechándome.  Haga lo que haga, allí está, imponiéndose, refregándome su poder, demostrándome que Ella es lo más vivo que existe en este mundo. Así fue a los seis, cuando le vi la cara por primera vez y vi todo el ingenuo “show” cristiano montado a su alrededor: los “adultos” se acercaban al ataúd de mi padre y veían un espejo en el que no les gustaba asomarse y los niños los imitaban haciendo un esfuerzo sobrehumano por sentir un dolor que ni siquiera podían imaginar. Me abrazaban y me besaban, pero eran abrazos falsos, vacíos. No me abrazaban a mí. Se abarasaban a ellos mismos, porque todos en su interior se sentían como me veía yo: un estúpido “nenito” desamparado que no entendía nada... recuerdo lo que sentí cuando íbamos hacia el cementerio de Neuquén capital dentro del lujoso y exclusivo auto negro que la empresa funeraria nos había proporcionado a los familiares directos. Yo iba junto a la ventanilla derecha hecho un bicho bolita y mirando las bardas neuquinas que ondulaban a nuestro paso. Mi madre lloraba, mi hermano lloraba, mi hermana lloraba, hasta el chofer del auto creo lloraba. Pero yo no. Había que hacer 20 km para llegar al cementerio, pero yo no iba en ese auto. Yo estaba en las bardas, yéndome, alejándome de todo aquello y caminando durante días y noches hacía un lugar paradisíaco que de un momento a otro se elevaría por sobre el desierto y me mostraría la gran fiesta de bienvenida celebrada en mi honor. Creo aún sigo caminando hacia ese lugar... en fin. Siempre vuelvo a mi padre. Pero yo no quiero darte la lata con ese tema. Yo quería decirte las cosas que me están pasando. Contarte cómo me estoy sintiendo por estos días extraños en los que me tocó vivir. Días en que nada me emociona lo suficiente. Días en los que el mejor plan para un fin de semana es quedarme en mi casa y ver una película francesa en la que los protagonistas franceses sufren y lloran en francés por lo mismo que yo, pero frente a una notebook y con la torre Eiffel de fondo. No sé. Me siento tan fuera de lugar en este lugar. Sujeto a un nombre y a una piel en progresivo deterioro. Esclavo aún del deseo y de la sensualidad del mundo y buscando algo que ni siquiera puedo nombrar. Algo que ni siquiera sé si existe más allá de mi imaginación. Pero no siempre es así. A veces cada nota está en su lugar y la canción es perfecta. A veces todo brilla y se eleva a dos mundos de este mundo y es entonces cuando me siento bien, cuando encuentro personas que están afinadas como yo, porque la canción se enriquece, porque todos somos una “canción” compuesta en una guitarra criolla cuando no había nadie en casa... Un diamante en bruto que necesita restregarse contra el mundo para brillar. Una canción que necesita ser arreglada para que suene bien. Hay personas que llevan el ritmo, que hacen que todo avance coordinadamente, que se deslice; otras que son especialistas en pequeñas y bellas pinceladas sonoras que iluminan el camino llenándolo de estrellas; otras que son el caballo que va al frente y avanza mostrando los dientes y otras que son el cochero que sostiene las riendas y acelera o se desvía según la hostilidad del camino sin perder de vista el objetivo central : llegar a algún destino. Yo siento que mi lugar es el del caballo. Yo soy un buen caballo.  Y esto lo aprendí haciendo (y siendo) canciones con mis amigos. Si el mundo fuera planeado como una canción todo sería diferente. Pero todos los líderes mundiales quieren ser el mesozoico Mick Jagger y tocar todo el tiempo Satisfaction. No escuchan. No se escuchan entre sí y el resultado es una “bola” de ruido que te daña los oídos. Como esas bandas de “solistas” que sólo prestan atención a su instrumento y lo demás que se vaya al demonio. Yo estoy cansando de eso. Tocá una puta canción. Decime algo que me emocione. Hacé que por un momento me sienta entendido. Hablame de vos, pero desde vos. Eso es lo único que pido cada vez que voy a ver una banda acá en M.D.P. Pero no tengo mucha suerte... Les gustaría que dé nombres ¿no? Les encantaría ver cómo estas “curitas” se transforman en un programa de chimentos de cuarta. Pero no lo voy a hacer. Y no es porque no tenga huevos. Simplemente es que no sería entendido. Todos (y me incluyo) confundimos “crítica” con “agresión”. En el fondo todos somos nenitas quinceañeras que no soportamos que nos digan la verdad. Preferimos el “verso”: ¡¡Qué linda que sos!! y bla, bla, bla... y pasa en todos los ámbitos artísticos de la ciudad. Pasa con los “escritores” marplas. Yo tengo planeado enviarles una carta a cada uno de ellos diciéndoles lo lindos que son y lo bien que escriben y citarlos en su puta Villa Victoria y cuando estén (son unos snobs e irán) prenderlos fuego y luego juntar todas sus cenizas en una bolsa de consorcio de M.G.P y dársela a Marán (que obviamente se salva del incendio) para que la arroje en el mismo lugar donde su Alfonsina se fue con su soledad. Quiero honestidad. Quiero que alguien esté planeando asesinar a George (añejo W.) Bush en la puta cumbre. Quiero que el mierda del Papa siga agonizando por 400 años más y que sólo puedan alimentarlo dándole papilla por el culo. Sé que soy un soñador. Pero no soy el único. Según tengo entendido, existe un programa implantando por el F.B.I que rastrea en la red las palabras Bush+Bomba. Y quiero saber si es verdad:

Bush+Bomba+Mardelplata. Bush+Bomba+Mardelplata. Bush+Bomba+Mardelplata. Bush+Bomba+Mardelplata.

Bush+Bomba+Mardelplata. Bush+Bomba+Mardelplata. Bush+Bomba+Mardelplata. Bush+Bomba+Mardelplata.

Bush+Bomba+Mardelplata. Bush+Bomba+Mardelplata. Bush+Bomba+Mardelplata. Bush+Bomba+Mardelplata.

Bush+Bomba+Mardelplata. Bush+Bomba+Mardelplata. Bush+Bomba+Mardelplata. Bush+Bomba+Mardelplata.

Supongo que eso bastará para sacarme la duda. En fin... ya sé que es infantil. Yo soy una persona infantil. Y no me importa. Lo mejor de mí está asomado a un acantilado sobre el mar escupiendo puteadas baratas y esperando que le contesten. Pero todo es silencio. Pero esto era una carta y yo espero que estés bien. Quiero decirte que yo también sufro por amor. Que me muero de ganas de volver a ver a la sonrisa más hermosa del universo que aún seguirá un año más en la ciudad antes de su viaje a La Plata. Pero no lo hago. Y está bien. El sólo acto de pensar en ella me llena de belleza. Ella debe hacer su camino y yo debo sumergirme en el océano que he creado. Así me siento por estos días: un barco en el medio del mar que aún puede ver la costa y que aún está a tiempo de volver. Pero eso no tendría sentido. Existe un punto del cual no cabe posibilidad alguna de retorno. Ese es el punto que hay que alcanzar. (Kafka) Supongo que voy a buscar el hundimiento, el olvido en el fondo del mar. Todo está ocurriendo adentro. Y estoy atravesado por un grito que nadie puede escuchar. Un grito que me impulsa a correr como un caballo en una tormenta que sólo me acecha a mí. Y debía escribirte una carta ahora que estoy acá. Mañana seré otro lugar. Un lugar más cómodo y superficial. Pero ese no soy yo. Yo soy un caballo que avanza mostrando los dientes. Yo soy parte de una hermosa canción que ha comenzado a componerse.  Yo soy vos.

 

 

P.D: Tu corazón y tu cerebro no son dos. Es uno.

 

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