POESÍA Y VERDAD / Sobre "El silbo del Alba", de Diego Paietta, editado por Pistilo Records / por Diego Basualdo

Urbano, natural, imposible, dulce y atónito. El silbo del alba suena a una música en forma de racimo de uva, metida en una pianola mágica de madera. En ella, usted y yo tendremos la posibilidad infinita de ahondar y caminar en un sueño lúcido por tiempo indefinido. Si hablamos de paisajes, yo le diría que es como ir a pasear al cielo en bicicleta.

Hagamos una cosa. Tiene auriculares? Vayamos por tracks:

Cada una de las piezas empeñan-se a diagramar un circulo. Solo que en él crecerá otro circulo y luego otro. Cada una de esas células conforman ese gran corcho de pared en el cual están delicadamente colgadas las 8 letras de nuestro poeta. El silbo es una de las últimas cinco especies de grillo en extinción. Él canta y canta. Se le pone la piel de gallina en la garganta. Sube la faringe sin escalera. Se trepa al ventilador de techo de una nube y se lanza. Te lee la mente por momentos, pero él sigue su camino como si nada. Junto a él hay una banda. Pero ojo, todos se le parecen un poco. ¿Son pájaros? No le sabría decir. Tanto él como los otros se ven borrosos. Debe ser la miopía del violoncello y el astigmatismo del bandoneón que nos deforman la córnea entre tema y tema. La guitarra, tan criolla como nítida, les es un puente. Un péndulo que suena y le avisa a los otros instrumentos que ya es hora. Por momentos todo parece un gran escenario o un gran teatro negro con luz cenital. Usted sentirá como si una orquesta de cámara estuviese a punto de tocar ”Fatinitza” de Suppe, “Pellèas et Mèlisande” o el “Berceuse”. Por otros usted sentirá que el escenario ha desaparecido y se sentirá en un bosque, a plena luz de tarde. El aire del bandoneón y ese rugir lento y teatral del violoncello pasan de golpe como un barco que se lo lleva todo. Ejemplo de ello, es el inicio de “Lomo de Campo”. Algo parecido sucede con la inesperada tribuna al final de “Heliotrópico”. Que luego del “Fa” suelto de la guitarra del poeta se larga una inesperada “Gang” descontrolada para luego desvanecerse y volver al harmónico, del cual tal vez nunca debería haber salido. Un acorde abierto e indomable le da inicio a “Inhala el universo”. Notas largas y brillantes que terminan con una bella y puntiaguda nota de violoncello.

El juglar se despierta de golpe, y le da Play a “Marroco” en su Walkman de lata: Música anaranjada. Ideal para disfrutar de una tarde con gusto a pasas de uva y pasear por La Candelaria, patear piedritas en Campanópolis o jugar a la pelota en alguna calle de Nicanor Otamendi. La música acaba suave, con un armónico “Mi” y un silencio mágico que encierra el tema desde el minuto cincuenta hasta el minuto cincuenta y seis. Parece cómico que un silencio le haga disponer tanto de su atención, como si estuviese esperando algo más. Sin embargo usted se sentirá conforme con el resultado natural de que nada sucederá, más que el termino mismo de la pieza.

Tengo que parar acá, y reconocer tal vez que este lugar tiene en mi un poco de egoísmo. Es difícil que nadie se entere cuando estuviste llorando. A mí la canción “Ornitomancia” me emociona. Me emociona hasta las lágrimas. Algo en ella me lo dice todo, Y creo que lo que más me enamora de ella es que me da un hueco a mí para sentirla diferente cada vez. Es un “Elige tu propia aventura” y un “TA TE TI” hecho canción. Paisaje y harmonía. Sincericidio del grillo. Esta vez él abre el pecho y saca un papel. “Me lo contó un pajarito” se excusa el silbo. Mientras haya un ave al cual mirar...

De golpe un acorde final resuena formando un ángulo aberrante y el ciclo inesperadamente se cierra. El telón de corcho de pared se baja. El racimo de canciones se levanta con sus hilos. Todos volvemos a nuestros lugares con la sensación de quien tuvo un sueño denso. Si hablamos de paisajes podríamos asegurar que el viaje ha concluido, pero no. Usted terminará de escuchar el disco con lagañas en los ojos. Con la sensación de todavía permanecer en aquel pasillo sideral. Y usted podrá hacerlo y repetir ese proceso las veces que quiera. Porque la canción es otra cosa. La canción es eso mismo. Poesía y verdad.